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El Prieto y yo…Una gran aventura. Lunes. Parte 6.

El Lunes 16 de Noviembre, después de desayunar un rico, nutritivo y aromático menudo inició el viaje de regreso a casa.

Algo me dice que sin acompañante hubiera sido largo y fastidioso, sin embargo, acompañado cambia la cosa por completo: se tiene alguien con quien platicar y si se requiere, se tiene alguien que tome el volante mientras se recarga el cuerpo humano con una siesta.

Esto último lo menciono porque cuando mi copiloto Chabre quiso dormir un rato lo desperté con tremendo brinco culpa del estado de la autopista Guadalajara – San Luis Potosí, si pegó la cabeza con el techo no me sorprendería. Por mi parte, cuando quise dormir un rato solamente cabeceé como viejito en un reclinable, creo que el haber tomado una bebida energizante momentos antes afectó mi sueño.

Ese día solamente manejé de la Perla Tapatía al parador El Potosino, donde hubo cambio de estafeta y Chabre fue el piloto del Prieto de allí hasta la frontera.

El ir de copiloto tiene sus ventajas, por ejemplo: pude disfrutar un «bigote» de la Tía Rosa que hacía años no comía:

Pude disfrutar de la variedad de paisajes del territorio nacional, pude tomar fotos sin preocuparme de toparme con un cafre, un bache o un burro – animal y humano – que estaban a media carretera, en la especie de camellón o división, pero en medio de la carretera a fin de cuentas.

Por último, al ir de copiloto pude meterme al vicio y al chisme ocasionalmente cuando había señal.

Como mencioné, para la comida que consistió en una gordita de carne, la acompañé con un Monster:

Dicha comida fue en un lugar que prometía instalaciones dignas de club campestre pero la realidad era otra, eso si, tenían un columpio muy original que yo, que odio los juegos bruscos y emociones fuertes, decidí subirme, se los presento:

El resto del viaje solo paramos para que comiera el Prieto, el cual resultó que come poco pero muy seguido. Así fue hasta llegar llegar a Nuevo Laredo, Tamaulipas donde hay que agarrar el Blvd. Luis Donaldo Colosio, una especie de libramiento que sale directamente hasta el Puente Internacional.

Aqui nos despedimos el Prieto y yo de los Pemex, los Oxxos, las carreteras con límite de velocidad que no se respetan, los baches, los topes, en fin, nos despedimos de nuestro querido México, porque dejenme les cuento que el Prieto quedó maravillado, y ¿Cómo no? Si a todos los lugares donde fue lo trataron no como estrella de telenovela sino de Hollywood.

Antes de salir de México hicimos escala en la aduana para anunciar nuestra partida, pero más bien para que nos regresaran el depósito y tener dinero para regresar a casa.

Una vez concluídos todos los trámites, volví a tomar el volante, cruzamos el puente y nos metimos a Estados Unidos «como Pedro por su casa». No tardamos ni 10 minutos en entrar.

Ya bien metidos en tierras Yankees fuimos a cenar que otra cosa sino el platillo nacional: hamburguesas. Acto seguido nos fuimos a dormir.

El resumen del día fue:

11 horas con 49 minutos en carretera, 670 millas o sea 1,078 kms. recorridos a una velocidad promedio de 57 MPH es decir 91 km/hr y una economía de combustible promedio de 36.9 MPG que se traduce a 15.69 KPL.

Había que descansar, a pesar de ya estar «del otro lado» había que atravesar medio país para llegar a casa. La aventura continuaba por un día más. Esta historia continuará…

alsrac

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